En una sociedad no existe nada más dañino que la falta de compromiso ciudadano, de esta avara forma de vida podemos decir que encuentran un terreno fértil, la corrupción y otros delitos. Es de una enorme torpeza el creer que mirando hacia adelante y no ver lo que nos rodea nos va a volver inmunes a muchas de las cosas que a diario le tocan vivir a otros, hasta que las terminamos viviendo nosotros.
Esta conducta al estilo “ñandú” de no querer mirar, no es privativo del ciudadano común que se dedica a una vida cotidiana y mundana, también la practican otros sectores de la sociedad, incluso los funcionarios que deberían ocuparse del tema y muchos medios suelen no mencionar el tema si es que no hay algo morboso que acompañe a esa noticia, es decir, parecería que como en muchos otros casos, nos ha ganado lo cotidiano y es así que solo se puede explicar el hecho de que a diario, en pleno centro porteño, en una zona turística y a la vista de todos, el sector que ocupa la Plaza Roberto Arlt, en la intersección de Rivadavia y Esmeralda, un espacio tan necesario para distenderse de las oficinas y el trabajo se inunde de jóvenes, algunos casi niños indigentes, y otros mayores o incluso adultos que comparten vicios y delito. A simple vista, parecería que en su mayoría son jóvenes que trabajan en mensajerías o delibery con bicicletas, pero entre ellos uno al observar con mayor detenimiento encuentra a simulados dealers y hasta algunos que se dedican al arrebato de objetos de peatones. No se aprecian jóvenes disfrutar del verde o el lugar, por el contrario abundan las bebidas alcohólicas, el cigarrillo, el porro, la cocaína y el “trueque” al paso, donde se puede observar a algunos realizar rápidas y simuladas transacciones.
El Sindical, pudo observar durante varias horas el ambiente de la plaza, además de lo inseguro que puede ser el cruzar desprevenido la misma, muchos utilizan un paredón de la misma como un improvisado baño público o bien para darse un “pase” con cierta privacidad. Entre los jóvenes que concurren al lugar se pueden apreciar también menores que en algunos casos no superan los diez años de edad, con el riesgo al que quedan expuestos los mismos cuando deben suplir la falta de dinero con alguna propuesta para acceder a un porro, una dosis de paco, bebidas, cocaína o un simple cigarrillo.
Alguien podrá pensar que no hemos descubierto nada nuevo con este artículo y es cierto, solo estamos señalando un hecho diario y grave de inseguridad, porque la plaza es territorio de delincuentes y son ellos los que mandan, los que arman sus grupos, sus “tribus” y algunos van y vienen ofreciendo sus mercaderías. La completa falta de un guardián o guardianes como ocurre en otros predios demuestra que no existe un interés de parte del Estado tanto porteño como nacional de ocuparse del tema y este no es algo nuevo, ya por el mes de marzo de 1998, el diario Clarín publicaba una nota donde entre otros puntos se señalaba el problema de los indigentes y abril del año 2004, el diario La Nación, publicaba una nota haciendo referencia al abandono de la plaza y a la presencia de “homeless” (sin techo), a la suciedad de la misma y al poco interés estatal, por esa época el responsable del área de Medio Ambiente, reconocía el problema, de hecho lo exponía como algo habitual en los espacios verdes y refería que el entonces Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra había ordenado se ocupen del tema.
Bueno el tiempo pasó, y al parecer, ni los funcionarios que a diario fuman en las puertas de la dependencia del Ministerio de Educación porteño de la calle Esmeralda 55, ni los centenares de empleados que trabajan alrededor incluyendo a los de la conocida Radio Continental a los que parece que sus periodistas llegan con lentes demasiado oscuros para ver e informar del mundo que los rodea.
Los vecinos se quejan de haber realizado innumerables reclamos, son coincidentes sus testimonios en cuanto a que la plaza luego de que el gobierno de Ibarra la remodelara había quedado muy linda, pero al poco tiempo, fue tomada por indigentes y en breve los menores comenzaron a utilizarla como punto de encuentro para el tráfico de drogas, el consumo de las mismas y a alcoholizarse, siendo muy peligrosa según los propios vecinos pasadas las 19:00 hs. al parecer, como los vecinos son pocos, ya que la zona es prácticamente de oficinas, poco le interesa al gobierno de Mauricio Macri solucionar este tema. Y a la policía federal, parece importarle poco el tema de la droga que bien podrían ocuparse en investigar y de alguna manera erradicar el paso mano y los “trueques” de objetos “calientes” arrebatados a turistas y ciudadanos para satisfacer las adicciones.
Además de señalar esta grave realidad, que instaura en la zona un punto de libertinaje y “zona liberada”, debemos hacer responsables de las víctimas de robos de cámaras fotográficas, celulares, carteras, arrebatos y golpes al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, al Ministro de Ambiente y Espacio Público Diego Santilli, al Jefe de la Policía Federal Argentina y a los funcionarios judiciales que no actúan de oficio.
Para concluir el presente informe, la plaza lleva el nombre en memoria del escritor argentino Roberto Arlt, quien nació un 2 de abril de 1900 en el barrio de Flores, en sus publicaciones se refleja la dura época en la que los inmigrantes recién llegados intentaban insertarse en un medio social regido por la desigualdad y la opresión. Curiosa paradoja, la imagen que hoy la plaza nos brinda a los ocasionales visitantes, es un retrato idéntico al de sus obras, desigualdad, opresión económica y social de un gobierno como el de Mauricio Macri que ha ido acentuando la desigualdad y un territorio donde todo vale, el delito manda y la inseguridad parece tener inmunidad policial, una muestra de la decadencia que beneficia a pocos y perjudica a muchos.
Por Marcelo Ricardo Hawrylciw